viernes, 27 de enero de 2017

La certeza del conocimiento: una mirada de esperanza en el marco del 47 aniversario de la Universidad Simón Bolívar.


Entrar a Sartenejas siempre ha generado en mí una sensación de paz, de tranquilidad, de llegada al hogar. Esa sensación de que todos somos genuinos, desde la primera persona que te tropiezas entrando, que estamos allí por similares motivos, que compartimos principios y valores.

Hoy estuve en Sartenejas, con motivo de la conmemoración de los 47 años del inicio de las actividades académicas de nuestra Alma Mater. Y ciertamente hay que celebrarlo, porque se trata de una fecha que abrió las puertas en nuestro país a una manera distinta de formación universitaria, de hacer vida en el campus, de relación con el conocimiento, la excelencia y la modernidad.

Estando allí uno rememora muchas cosas, pero en particular, recuerdo con cariño el eslogan que conocimos cuando recorrimos sus aulas: la universidad del futuro. Uno de nuestros valores emblemáticos, la Creación de Futuro, como propósito y cualidad que aviva nuestra pasión visionaria. Nuestro principal compromiso siempre ha sido con el porvenir.

Decía Fernando Martínez Mottola el año pasado en ocasión de recibir la Orden Mayz Vallenilla, que la universidad que hoy transitamos es la del futuro de cuando estudiábamos. Es cierto. Y miremos las condiciones en las cuales se encuentra.

Por eso es imprescindible que, de nuevo, pensemos en la universidad del futuro, pero vayamos más allá, pensemos también en el país del futuro, en el que la universidad está alojada. Porque aunque hemos sostenido siempre que la USB está disgregada por todos los rincones del mundo donde haya un egresado –y quizá tengamos que agregar también ahora y un profesor– uesebista, la realidad es que la fuente de la que surgimos todos nosotros, la matríz, está en Venezuela, y sus dos corazones están ubicados en los estados Miranda y Vargas de nuestro país.

Y eso nos lleva a conectar con la realidad. El país, y por ende también la USB, está inmerso en una crisis social, económica y humanitaria, que está afectando gravemente la vida de todos. En cada rincón del país, los venezolanos estamos luchando por garantizarnos nuestros derechos esenciales, los más básicos, que en los últimos años han sido disminuidos a niveles reñidos con la dignidad humana. Eso nos deja muy poco margen para dedicarnos al conocimiento, a la búsqueda del mejoramiento profesional, al sueño. Estamos concentrados esencialmente en la sobrevivencia.

Pero de nuevo, vuelvo a Sartenejas. Con toda esta crisis, la universidad está guapeando para salir adelante, y no dejarse abatir por quien prefiere que estos espacios de ideas, de generación de conocimiento no existan. La más reciente agresión que sufrió el Palacio de las Academias es una pequeña muestra de ello, pero además, el ahogo que se le ha venido aplicando a las universidades, públicas y privadas, así lo demuestra también.

Allí están las autoridades, procurando no perder la esencia de nuestra institución, los profesores, trabajando en condiciones paupérrimas, los empleados y trabajadores, igual o peor, y los estudiantes, procurando imaginarse un futuro, desde la preparación universitaria. Y también estamos nosotros, los egresados.

Nosotros hemos respondido de manera extraordinaria al llamado de ayuda de nuestra Alma Mater, y es así como el Programa de Becas Aquiles Nazoa, el Programa Volver a la Simón, y tantas otras iniciativas reciben respuestas entusiastas y prontas cada vez que se convoca en cualquier lugar del mundo.

Sin embargo, tengo que decir, que si el contexto no cambia, por más que todos los miembros de su comunidad aportemos un poco, la universidad difícilmente avanzará en forma determinante hacia donde requiere un país como el que nos merecemos.

Por ello, nosotros, egresados de la Universidad Simón Bolívar, como miembros de esta comunidad universitaria y como ciudadanos, tenemos el derecho, pero por sobre todo, tenemos el deber de incidir en el destino de nuestro país, en forma activa, firme, sin miedo, en paz y sin violencia. Tenemos que elevar nuestras voces, y defender la importancia de recuperar la institucionalidad, de que se concrete un cambio verdadero y desde la raíz en nuestro país.

En esa medida, la Universidad Simón Bolívar, y todas las universidades venezolanas se transformarán en los espacios de luz y de conocimiento que están llamadas a ser, vinculadas en forma muy estrecha con la modernidad, con la productividad, con una sociedad democrática, abierta y próspera, en conexión con el resto del mundo.

Tenemos una gran oportunidad, la invitación es a hacer valer nuestras voces, y convertirnos en elementos decisivos para que se concrete este cambio necesario. Y a partir de allí, con el talento, la experiencia, la capacidad que nuestras casas de estudio tienen, contribuyamos con la implantación en Venezuela de una verdadera República, donde imperen el estado de derecho, el libre desarrollo, la prosperidad, y la certeza del conocimiento.

Catalina Ramos. Presidente AEUSB

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