sábado, 23 de agosto de 2014

Dejar rastro – Por Catalina Ramos

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En los últimos días, me he tropezado con esta frase demasiadas veces como para pensar que es casualidad. La primera vez, la utilicé yo misma, buscando, en una actividad de formación con un grupo de jóvenes líderes de Vente Venezuela, algunos sinónimos de la palabra rastro.
Luego, me encontré con esa misma expresión en el texto de las cartas de despedida que la profesora de Historia del Arte Katherine Watson dejó cuando se retiró de la tradicional y conservadora Universidad de Wellesley, en la película La sonrisa de la Mona Lisa.
No hay que ser un especialista para entender lo que esa frase significa. Y al verla en el contexto del difícil trabajo que se planteó la profesora Watson en Wellesley, me di cuenta de lo importante que es hablar de ello, hoy, cuando nuestro país ha estado –como el resto del mundo- en una extraña pausa deportiva, pero sin que las dificultades y conflictos producto de la dura crisis que vivimos, bajen su intensidad, sino al contrario.
La dificultad radica en comprender -y actuar en consecuencia- cómo es el rastro que queremos dejar tras nuestro paso. De eso se trata, de entender que cada decisión –hasta no tomar ninguna- cada paso, cada acción que llevamos adelante a diario, lleva consigo una consecuencia, y por ende, deja un rastro. Hay rastros que impactan a lo íntimo de nuestras vidas, y de los que solamente nuestro corazón está al tanto. Pero también, como somos individuos sociales, estamos rodeados de otras personas, por lo que nuestro rastro con certeza tendrá impacto en ellos, aunque no lo hayamos planificado conscientemente así.
Nuestros jóvenes líderes de Vente Venezuela han comprendido el significado de esta reflexión, y por ello estamos convencidos de que nos espera un gran futuro en el movimiento a través de su acción y de su compromiso en la lucha por rescatar la libertad y la democracia en nuestro país.
Pero Venezuela no puede esperar mucho más. Aunque estemos seguros de que nuestro futuro, a través del compromiso, la entrega y la dedicación de nuestra juventud, será maravilloso, la realidad es que no podemos perder ni un segundo, tenemos que seguir luchando a diario desde ya, junto a ellos, hasta conquistar la libertad.
En ese sentido, tenemos frente a nosotros una gran oportunidad: la articulación de todos los sectores de la sociedad para luchar juntos por un #FuturoParaTodos, a través de la organización del Congreso Ciudadano. Es la ocasión de integrar, a quienes nos hemos encontrado en la calle en estos meses, en cada rincón del país, en cada sector de la vida cotidiana venezolana. Todo aquel que sueña con una Venezuela donde el único imperio sea el de la ley y el estado de derecho, donde la LIBERTAD, el respeto de la propiedad privada, la justicia y la solidaridad marquen el desempeño de cada uno, tienen cabida en este Congreso.
Y en esta tarea, nuestros jóvenes son esenciales. Ellos, junto al movimiento estudiantil, y desde sus entrañas, formaron y forman parte medular de toda esta lucha. Aun los más jóvenes, que no han conocido otro régimen que el actual, han entendido que su futuro está ligado íntimamente al futuro de Venezuela, por lo que su libertad solamente será posible con la libertad de nuestro país. Ese es nuestro reto, nuestra tarea, el rastro que le dejaremos a las nuevas generaciones. Por eso, lo que corresponde es #LucharHastaVencer.

[1] Con mucho cariño, dedicado a mis hijos, y a los jóvenes del #Proyecto50
Catalina Ramos
@Caramos61

¿Es la lucha por la libertad una utopía en Venezuela? – Por Catalina Ramos

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Durante mi vida universitaria, milité, o mejor dicho viví, en el Movimiento Fórmate y Lucha. Nuestro lema: Fórmate para Luchar y Lucha para Transformar.
Esa concepto, esos principios y valores, esa experiencia, desarrollada en diferentes ámbitos de la actividad universitaria, marcó mi vida, mi forma de ver el futuro, mi modo de aproximarme a la lucha -en aquel entonces- por “La Universidad que Queremos”.
La lucha estudiantil de aquella época era diferente a la actual, pero ese no es el tema de este artículo. Nos planteábamos objetivos grandes, retadores, y nos enfocábamos para alcanzarlos. Trabajábamos sin descanso, día a día. No siempre lo conseguíamos, pero eso nunca hizo mella en nuestro ánimo y decisión con la que seguíamos adelante, siempre soñando que estábamos abonando a una mejor universidad, un mejor egresado, y por ende un mejor país.
¿Cómo afrontar las luchas de cada día, las pequeñitas, las cotidianas, sin insertarlas en el sueño de ¨La Universidad que queremos¨?
¿Cómo llenarnos de energía cada jornada para luchar por una mejor biblioteca, por la creación de la proveeduría estudiantil, por las salas de lectura en cada carrera sin imaginarnos que esos logros aunarían a nuestra visión del país y de la propia universidad?
En estos días frenéticos, por donde quiera que vayas, se escuchan diversas opiniones acerca de “lo que hay que hacer”. A raíz de #LaSalida, la gente se encontró en la calle, y nótese que no digo que “se activó”, porque ya desde mucho tiempo atrás el nivel de descontento y de protestas era alto, solo que en igual intensidad, aislado.
#LaSalida le dió rumbo, nos mostró que no éramos los únicos, nos recordó que somos mayoría los que entendemos que Venezuela no resiste más este grado de destrucción al que nos tienen sometidos.
Hoy, cuando nos planteamos los pasos siguientes, también se escuchan voces que critican que hablemos de #CalleSinRetorno o de #LucharHastaVencer. Nos dicen que no es políticamente correcto plantear alternativas que no “sean factibles” porque se “generarán frustraciones”.
Y yo me pregunto: ¿es que acaso la realidad actual de los familiares de las víctimas y de los fallecidos por la brutal represión del régimen tiene retorno?
¿Es que las colas, la humillación, el control de todo, la violación de la privacidad, la escasez…no son razones suficientes para seguir luchando hasta vencer?
¿Es que alguien con un mínimo de sentido común y una comprensión real de lo que estamos viviendo puede pensar que cualquier alternativa democrática que se oponga a este régimen tiene de entrada “factibilidad real”?
Yo estoy convencida de que vamos a lograr nuestro objetivo de fondo, que es recuperar la libertad para nuestro país. No será fácil, nadie dijo que lo fuera, pero así como en el pasado, nunca he estado del lado de los asumen solamente las luchas cuyos resultados ya están garantizados de antemano. Siempre he obedecido a mi conciencia, sin importar el qué dirán, o quién ganará.
Mis luchas siempre han sido por principios y valores, por la libertad, por un sueño de futuro mejor que el presente, aunque suene a utopía “poco factible” y, ojo, no siempre he ganado. Pero eso no ha disminuido mi convicción, por ello, hoy, como ayer, las seguiré dando, hasta vencer.

Escenas: Lo que ha dejado esta tempestad – Por Catalina Ramos

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Aún recuerdo aquel tristemente célebre Aló Presidente de 2002, en el que el difunto, pito en mano, despidió en cadena nacional a la alta gerencia de PDVSA. Trabajaba yo en ese momento en el sector público, y recuerdo que pensé “¿cómo va a hablar de ese modo el Presidente? Es la persona que más gente está escuchando en este momento”. Recuerdo haber discutido intensamente ese día porque yo no entendía como, alguien con esa potencialidad mediática, no la utilizaba para modelar en positivo, sino todo lo contrario.
Lo que yo no imaginaba en ese momento, era que esa puesta en escena formaba parte de un plan.
Esos primeros programas comenzaron a marcar una línea de orientación de por dónde venía el proceso de destrucción moral y espiritual que nos ha traído hasta donde estamos hoy día. No ha sido casualidad. La idea de que nos percibamos a nosotros mismos como miserables, que no merecemos más nada que lo que nos arrojan desde el régimen, ha sido delicadamente diseñada en función de generar en nosotros ese sentimiento de miedo, sumisión y conformismo que nos mantiene por largas horas en colas para lo más básico, que nos convierte en una suerte de momias pasivas que permitimos que nos marquen en el brazo como al ganado, o peor, como a los judíos en los .campos de concentración.

Honestidad versus cara’etablismo:
En promedio semanal, suelo pasar más tiempo en el carro que en ningún otro lugar. Hace unas semanas, me tocó llevarlo en grúa al taller. La primera impresión, maravillosa. Espacio organizado y limpio, aparentemente profesionales y serios. Diligentes para el diagnóstico, incluso para obtener los repuestos –carísimos, vale destacar- hasta ahí todo iba bien.
Los problemas comenzaron cuando, al instalar los repuestos nuevos y originales, el sistema no funcionó. Increíble. Todos sorprendidos. Pero bueno, algo debió pasar. Bajémoslo, revisemos y volvamos a subirlos. Igual resultado. Ya nos estábamos montando en el 6to día de taller, y ninguna respuesta. Lo insólito del caso, para hacer el cuento corto, fue la posición del dueño del taller, que no entendía mi prisa en que me diera una respuesta distinta a “no funcionó”, de cada día, o me llevaría el carro a otro lugar. Cuando finalmente logré hablar con otra persona distinta, 15 días más tarde, obtuve la respuesta que debió ser desde el día 6, “no sabíamos hacer eso”.

Respeto versus desfachatez
Llevamos meses intentando conseguir una cita con un médico especialista en rodillas para mi mamá. Finalmente, hace mes y medio, nos dan la cita para que vayamos el lunes de la semana pasada. Llegamos a la clínica con suficiente tiempo, y preguntamos por el consultorio del doctor.
el doctor no vino, está de reposo, lo operaron la semana pasada”. ¿Cómo? ¿Y por qué no avisaron? ¿Cuándo regresa? ¿Dónde está a secretaria? “noooo, la secretaria no vendrá hasta que no regrese el doctor”.
Lo peor del caso era la cara de sorpresa y desconcierto de la recepcionista ante mi insistencia en hablar con la secretaria, o con alguien que nos orientara acerca de cómo harían con las citas pendientes del doctor. De nada sirvió que hasta le dijera que era para preguntar por la salud del médico.

¿Qué tienen en común las anécdotas anteriores?
Hay muchos más ejemplos. Y muchísimo más crudos. Escogí dos, personales para que no me digan que los inventé, y sencillitos, porque no hace falta ilustrar con mayor drama lo que en sí mismo es una realidad dramática: la ausencia generalizada de referentes en los valores.
Nos sorprende que nos exijan el cumplimiento de nuestras obligaciones, y peor aún, agradecemos con creces cuando alguien simplemente cumple con su función. No digo que sobresalga en el desempeño, solo que lo haga ya es una excepción.
Nos hemos acostumbrado al maltrato, al abuso, y tememos reclamarlo. Callamos para no echarle más leña al fuego. Nos auto encerramos en la trampa de “evitar problemas”, en lugar de defender los derechos y cumplir los deberes.
Este régimen comprende perfectamente esta debilidad humana. Es más cómodo, por bajo perfil, no enfrentar. No reclamar. Pero eso nos confina a una vida gris, miserable, en la que estamos amarrados a los designios y decisiones de otros, y que va en contra de nuestra naturaleza emprendedora y libertaria. Es por eso que estoy convencida de que esta lucha que hoy libramos en Venezuela es por los valores y los principios.
Afortunadamente, cada vez somos más los venezolanos que hemos entendido esto, y a pesar de la permanente campaña desde el régimen por “borrarnos los registros de memoria” del pueblo luchador que somos, nos hemos mantenido con el espíritu libre, no han logrado encadenar nuestro corazón, nuestra convicción ni nuestro pensamiento.
Tenemos, por ello, la obligación de ayudar a romper las cadenas de nuestros vecinos, de nuestros amigos, de nuestros contrarios, incluso. Tenemos que seguir mostrando que sí es posible mantenerse como ciudadano libre en esta puesta en escena de terror con la que nos quieren acallar y anular. Que sí es posible elevar la voz para rechazar el abuso, la invasión de nuestras vidas, el intento de imposición de una realidad importada, que no nos corresponde. Es una tarea urgente y cotidiana.
Ya el difunto no está. Eliminar su herencia de destrucción, deformación y odio es uno de los más profundos retos que tenemos enfrente. Sus sucesores intentan emularlo y mantienen permanentemente ese discurso distorsionado, altisonante y vil en un ritmo de 24 x 7. Pero nuestro espíritu libre puede más, y no abandonamos ni por un segundo nuestra convicción de fondo, de organizarnos y articularnos para construir juntos una Venezuela distinta, en LIBERTAD; en un Estado democrático de Derecho, para que los venezolanos prosperemos, con confianza entre nosotros.

Semblanzas de ser Madre en Venezuela – Por Catalina Ramos

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I
El martes pasado en la tarde, llovió en Caracas. Como suele suceder, la ciudad se volvió un caos con el tráfico, “no puede caer una gota de agua que todo se tranca”, era el comentario más escuchado en las colas.
Pero yo no pensaba en las trancas. Por el contrario, no podía dejar de pensar en los jóvenes de los campamentos, sus carpas, sus pocas pertenencias alli, el frío, la humedad en la noche…le pregunté por el celular a medianoche a uno de ellos que cómo harían, y su respuesta -siempre esperanzadora- “mi carpa se inundó, pero mañana con el sol se seca rapidito”. Quién me iba a decir, que unas horas después, los arrasarían como a una plaga, con una saña y violencia que nunca habíamos visto en Venezuela. No dejo de pensar con angustia en su mamá, que no es de Caracas, sabiendo que su hijo está en el Core 5, esposado como un delincuente, por el solo hecho de querer soñar un país mejor, y no quedarse en su casa esperando a que alguien le convirtiera en realidad su sueño, sino que asumió su responsabilidad, y lo salió a buscar él mismo a la calle.
II
Crecí en una familia trabajadora. Hija de inmigrantes, que salieron de su país al nuestro, huyendo de un país devastado por la guerra, buscando oportunidades para fundar su familia, y trabajar en esta tierra con toda su fuerza y su alma, y seguir aquí aún hoy. Pienso en mi madre, que tiene más años aquí en Venezuela que los que vivió en la tierra en que nació, que hace las mejores hallacas del país, y que no se quiere ir de él. Una mujer que a pesar de haber perdido tempranamente a su esposo y a su único hijo varón, nunca ha dejado de trabajar, no se ha rendido ni un día, ni un minuto, nos ayuda a todos, y a los que vengan a casa, y que merece vivir tranquila, a sus casi 80 años. Con ella aprendí el valor del trabajo honesto y de la entrega, y la convicción de que solo con el esfuerzo propio podemos prosperar.
III
Me viene a la mente la imagen de Angelly, esposada a su cama en el hospital de San Cristóbal, como delincuente peligrosa, toda destrozada por dentro de la golpiza que le dió la GNB…pienso en el dolor de su madre, pero también pienso en ella como futura madre…¿podrá llegar a serlo después de tanto golpe y tanta brutalidad? Escucho su vocecita con acento gocho hablando en el video rudimentario que grabó, leo su carta…su espíritu no fue golpeado, gracias a Dios!
IV
Pienso en Mariana Ceballos, que falleció atropellada en Valencia, que mañana no podrá abrazar a su hijo de 4 años; y en Rosa Orozco, la valiente madre de Geraldine…pienso en Marvinia, que tuvo un poco más de suerte, y que podrá explicarle algún día a su hijo de 7 años, por qué la GNB la golpeaba en la cara con el casco con tanta furia, y sin piedad. Pienso en la mamá de Bassil, de Wilmer, en tantas otras…pienso en Massiel, que lo único que hizo fue dejar por un momento su trabajo para alertar de una situación irregular…que se le devolvió como un bumerang de color rojo, para convertirla ahora en una procesada por terrorismo…
V
Miro la frase en la franela de uno de los jóvenes detenidos en el madrugonazo brutal a los campamentos: “Las madres en Venezuela paren héroes: se llaman estudiantes”…y voy más allá, ellas son las heroínas realmente, porque supieron transmitir a sus muchachos los valores, principios, convicción y determinación para que hoy den la cara por ellas, y por todos nosotros…una amiga angustiada me pregunta: ¿cómo es posible que esos muchachos “los dejen sus madres” dormir en los campamentos? Mi reflexión como respuesta, es que sería una contradicción pedirles que no fueran, cuando les enseñamos a luchar por sus derechos, ¿no? Con el corazón arrugado, nomás nos queda aconsejarlos y rezar por ellos…
VI
Quisiera llenar estas líneas de tantos ejemplos de madres cuyo valor, entrega, lucha y amor por nuestro país me llenan el corazón de orgullo. Como madre, siento una mezcla de dolor y de emoción, pero sobretodo, de compromiso, porque cada caso, cada historia, trae consigo un fogonazo de luz en esta oscuridad que nos quieren imponer…Como hija, siento rabia e impotencia de no lograr más pronto que acabe esta pesadilla para mi madre, y todas las demás madres que no duermen con la angustia…hoy, por ejemplo, solamente en este proceso de lucha por la democracia y la libertad, hay casi 3.000 madres cuyas vidas más nunca serán las mismas…
#LucharHastaVencer
Por eso, no puedo, no me sale, ni logro imaginarlo, abandonar esta lucha. Es mucho lo que está en juego, nos estamos jugando la República, la Libertad, la Democracia, pero por sobre todas las cosas, es un deber, se lo debo a todos los jóvenes que salieron a las calles a luchar por su futuro, y más aún, se lo debo a sus madres, que les inculcaron esa fuerza, y que en silencio rezan cada segundo, para que sus hijos regresen a salvo con ellas.
@caramos61

Egresados universitarios: ¿ciudadanos todos? – Por Catalina Ramos S.

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Catalina Ramos S. Ex – Presidenta de la Asociación de Egresados de la USB. Coordinadora Nacional de Formación del Movimiento Vente Venezuela
Pero ¿qué ocurre en una República Democrática —se preguntaba Luis Castro Leiva— cuando la palabra del Político no se empeña, cuando la lengua de los Magistrados es torcida, cuando quienes la conceden no tienen derecho a darla, cuando quienes hablan callan, cuando quienes la profieren vociferan, cuando quienes la abusan se desnudan en su inconsistencia moral? ¿Qué ocurre?” Y respondía con acerada lucidez: “Sucede entonces que la República se muere con la Democracia, y ésta en aquélla”.
Discurso de Orden en el Congreso Nacional el 23.01.1999
¿Cómo hablar de la universidad venezolana y su crisis actual sin reflexionar acerca del rol de sus egresados? Y en consecuencia, ¿cómo reflexionar en torno a nuestro desempeño en tanto egresados universitarios, sin mirar nuestra actitud como ciudadanos en Venezuela hoy día?
A riesgo de que parezca un lugar común, lo que las universidades nacionales están viviendo hoy, no es diferente a lo que estamos viviendo en el resto del país. No solo en temas lamentablemente obvios: inseguridad, violencia, y la grave situación económica, sino en aspectos mucho más profundos y medulares, que son característicos del régimen que estamos enfrentando.
Las señales han sido muy claras. El gobierno no ha podido, en estos larguísimos casi 15 años, tomar la dirección de los espacios de decisión universitaria, y para tener incidencia, aplica su clásica estrategia de la institucionalidad paralela: creó misiones, creó universidades nuevas, a la medida de sus requerimientos, lo que le ha permitido mostrar estadísticas de desempeño universitario “bolivariano” que no convencen a nadie, pero más importante, le facilita subyugar a sus dictámenes a un grupo de venezolanos.
Entendemos la universidad como un espacio de convivencia y tolerancia, y un lugar de reflexión, donde la libertad de pensamiento crítico, no solo es necesaria, sino imprescindible. En este momento, estos espacios son de los pocos en los que aún se da un debate abierto. Por ello, la presión del régimen se concentra hoy en ellas, cercando su autonomía e intentando controlar la libertad de pensamiento y de generación de conocimiento.
Utiliza mecanismos perversos de presión, como el ahogo económico y el deterioro inmoral de las condiciones de vida de profesores y trabajadores. Y negocia soluciones solo con aquellos a quienes ellos reconocen, aplicando la división como estrategia para conquistar espacios. Ahora bien, ¿hay alguna diferencia entre lo descrito y cualquier otro sector del país? Definitivamente, no la hay.
El control por la vía del deterioro, del igualar hacia abajo, creando una dependencia inmoral, humillante del ciudadano, no es para nada diferente a la entrega de recursos económicos deficitarios a las universidades, para luego completar por la vía de créditos adicionales forzadamente negociados.
Podría seguir enumerando ejemplos que evidencian como la crisis universitaria forma parte de la estrategia del régimen para hacerse definitivamente del control de la sociedad. Pero quiero volver al título de esta nota, el rol de los egresados, en este momento crucial.
Si aceptamos lo anterior, la defensa activa de las universidades hoy es un compromiso, comenzando por quienes hemos surgido como profesionales de sus espacios públicos, pero además motivando e incorporando a todos los sectores de la sociedad, en tanto esta lucha representa su propia lucha frente al régimen.
En síntesis, estamos frente a una paradoja: la universidad que deseamos para una Venezuela moderna, pujante, está íntimamente relacionada con la sociedad que los ciudadanos –egresados entre ellos- definamos. Y viceversa, lo que hagamos hoy los ciudadanos frente a esta crisis, definirá no solamente la universidad que tendremos, sino la sociedad y el país que queremos tener.
¿Estamos dispuestos a asumirlo?
(Publicado en el encartado de 6to Poder Debate Final, n°9: Universidad y Crisis, del pasado sábado 29.06.2013)

¿Qué viene ahora?

(Publicado en ventevenezuela.org, 25.01.2019) Este 23 de enero de 2019, así como en 1958, Venezuela hizo historia. Nunca como e...