miércoles, 17 de agosto de 2016

Esta es la carta que le escribí al Niño Jesús en diciembre de 2008...¿qué tal?

Querido Niño Jesús:
A juzgar por lo que he leído hasta ahora, la gente no quiere recargarte de peticiones muy exigentes, al menos no son tantas las cosas que piden que les traigas, incluso hay quienes te piden que te lleves algunas cosas…
Yo lo he pensado mucho, y mi carta será una suerte de propuesta de intercambio, a ver cómo nos va. Claro, me preocupa que en ese intercambio salgas perjudicado tú, pero Tú eres el Niño Dios, que todo lo puede, así que seguramente sabrás orientar mis requerimientos hacia el mejor final.
Había pensado inicialmente pedirte cosas triviales como que nos bendigas con un nuevo bebé en la familia, o que mi proyecto de mudarme a Maracay en el primer semestre del año se concrete, pero ahora pienso que esos deseos se pueden resolver por acá, con los recursos propios y ajenos que tengamos que mover. Hay otras inquietudes, otras solicitudes, no tan triviales, que siento que sólo alguien como tú, lleno de Amor y Sabiduría, podría ayudarnos a resolver.
Quisiera con todo mi corazón que te lleves el miedo. Pero no cualquier miedo. No me refiero al miedo a que el negocio no nos salga bien, o a que la lluvia inunde nuestras pertenencias y las perdamos de un sopetón. Me refiero al miedo –casi terror- de que te estén vigilando, de que tus pasos estén siendo chequeados, de que ese que se estaciona frente a tu casa aparentemente a conversar por el celular te esté acechando. Llévate ese miedo a que esa llamada anónima sólo sea aspaviento de guapetones de barrio desocupados; ese miedo que nos induce a mirar a todos lados antes de entrar y antes de salir de casa, ese miedo que sólo describiéndolo se me eriza la piel. Te lo cambio por la confianza en la gente, regrésanos esa facultad de mirar a los ojos al otro y sentir que es sincero, que tiene palabra, que no haría nada por perjudicarte. Tráenos de vuelta a todos esa certeza de que todos somos gente sana, buena, trabajadora, y que nos preocupamos por igual por los demás, devuélvenos –busca por favor, donde sea- la tranquilidad de caminar por la calle de nuestra casa, nuestra calle de toda la vida, sin sentir que nos miran, que saben quiénes somos, y que nos están esperando…
También deseo profundamente que te lleves la desesperanza. Esa sensación de que nada es posible, de que no importa lo que hagamos, las cosas no mejorarán. Llévate la desazón del intento fallido, el vacío de sentir que a pesar de hacer lo que consideramos correcto, las cosas siguen saliendo como no es. Te lo cambio por la capacidad de soñar, la fuerza de la esperanza, la energía que nos transmite la satisfacción de estar intentando alcanzar tus sueños, tus proyectos. Regrésanos la adrenalina para planificar cada nuevo día con toda la disposición de enfrentar la adversidad y convertirla en nuestra ventaja. Vuelve a nosotros el valor para saber que, a pesar de los fracasos eventuales e incluso los frecuentes, tenemos la capacidad de levantarnos nuevamente y salir adelante con éxito!!
Por último, te pido encarecidamente que nos liberes de la autocompasión, de la lástima por nosotros mismos. Sácanos de la cabeza que somos un pueblo que se merece lo que tiene. Limpia de nuestras mentes y corazones esa suposición terrible de que no servimos para nada, de respondernos permanentemente "¿para qué reclamar?"; saca de nuestro espíritu el rancho permanente que nos autolimita, que no nos permite mirar más allá y proponernos avanzar hacia la modernidad, hacia una mejor calidad de vida. Borra de nuestra memoria RAM las frases "así es aquí", "eso no se puede", y otras por el estilo que sólo sirven de lastre pesadísimo contra la voluntad de desarrollarnos. Te lo cambio por una alta autoestima, la convicción de que podemos lograr todo lo que nos propongamos, sin importar que el entorno parezca indicarnos lo contrario. Llena nuestras mentes y corazones de ganas de estudiar, de modernizarnos, de avanzar, y de voluntad para reclamar lo correcto, a medida que lo vamos descubriendo. Ilumínanos con la capacidad de vernos a nosotros mismos en mejores condiciones de vida, personal, familiar y en comunidad, y danos el empuje y el empeño para hacer lo que haya que hacer para lograrlo.
Como ves, no te puse la tarea fácil. Tengo una familia trabajadora y empeñada, que se merecería que te pida salud, amor y prosperidad. Estoy segura de que lo sabes. Pero es que pienso que lo que te he pedido que intercambiemos nos afecta tanto a todos –incluyendo a mi familia y seres queridos- que es mucho más importante que dediques tus bendiciones de cumpleaños a intentar ayudarnos a resolverlo, y confío en que luego, o en simultánea, nos sentiremos mucho mejor nosotros también.
Gracias Niño Bendito, por escucharme.
Cathy

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